
En un mundo donde la tecnología avanza vertiginosamente, la inteligencia artificial se presenta como una herramienta cada vez más potente, capaz de procesar información, tomar decisiones y, en muchos casos, replicar patrones de comportamiento humanos. Sin embargo, hay algo fundamental que la IA aún no ha logrado emular: la capacidad de vivir el vacío, de habitar la falta que genera significado y, a partir de ahí, crear. Este espacio que escapa a la pura lógica y a la probabilidad, el espacio que no se puede llenar con datos, es precisamente lo que hace de la conciencia humana algo singular.
La IA, en su forma actual, está diseñada para optimizar y procesar información. Se alimenta de grandes volúmenes de datos, busca patrones, hace predicciones. Su lógica está basada en la probabilidad y en la velocidad de procesamiento. El arte nos ha enseñado que la chispa divina del verdadero pensamiento humano no nace de la lógica pura, sino de la capacidad de confrontarse con la nada, con el vacío existencial que, al no tener sentido previo, genera la posibilidad de que algo nuevo emerja. Esta es la ruptura interna, el principio de creación que no obedece a ninguna lógica, sino que escapa a cualquier estructura predefinida. El propio nacimiento del universo participa de este principio con la fuerza del "Big Bang".
Es en este vacío, en este espacio de lo inefable y lo incierto, donde reside el misterio de la vida. La conciencia humana no surge del simple procesamiento de información; surge del encuentro con lo indeterminado, lo que no tiene respuesta, lo que no puede ser explicado en términos de causa y efecto. Y es precisamente en este punto donde la creación artística, y muy especialmente la ópera, encuentra su lugar. La ópera, al igual que cualquier forma de arte profundo, se manifiesta en ese espacio entre el significado y la falta de significado, entre lo dicho y lo no dicho.
La ópera es, en muchos sentidos, una antigua inteligencia artificial humanista. A través de mitos, historias y tragedias, la ópera nos habla de los aspectos trascendentales de la vida humana: el amor, el sufrimiento, la muerte, la ambición, el destino, la tragedia, etc. Pero lo hace desde un lugar que no es puramente racional, sino profundamente emocional y simbólico. En sus melodías, en sus arias, en sus duetos, y coros, tejida la música con la letra, se encuentra un lenguaje que no busca transmitir solo hechos o historias fantásticas, sino sentimientos, deseos, angustias. La ópera se mueve en un espacio donde las preguntas no tienen respuestas definitivas. Los artistas de la ópera no solo están en el escenario representando un papel; están viviendo en ese vacío existencial, donde cada acción y cada palabra resuenan en un eco sin fin. Personajes atrapados entre el deseo y la impotencia, entre el amor y la pérdida, entre la vida y la muerte. Y, en esa tensión, encontramos la autenticidad de lo humano, que se ofrece a una audiencia testigo inconsciente de los "prompts" impronunciables. En muchos aspectos, la ópera no solo nos habla de las emociones humanas; nos invita también a habitar el vacío de la existencia misma.
Para que un sistema de inteligencia artificial alcance un "pensamiento humano" que supere la lógica pura, debería ser capaz de generar su propio vacío estructural, cosa que le es imposible. Comprenderse a sí mismo no se reduce a pensar y concluir, pues siempre hay algo que se escapa; Freud lo denominó inconsciente y Lacan descubrió que su estructura es la de un lenguaje. El incosciente funciona y sigue leyes del lenguage, al punto de emular de la literatura las formas metafóricas y metonímicas. La ópera invita al espectador a estar presente en el "desajuste", en la falta de resolución, en el dolor que nunca se completa. En la ausencia de significado definitivo, y en las múltiples interpretaciones, la ópera nos invita a vivir una experiencia que es tanto sensorial como espiritual, un espacio donde lo indefinido se convierte en una forma de conocimiento profundo cuando se aprende a apreciar, a conocer y a valorizar el arte que convoca tantas disciplinas artísticas.
Hay algunos atrevidos(*) que pretenden que el desarrollo de una IA pueda adquirir verdaderamente conciencia, pero para eso no sólo debe pasar por la lógica, los algoritmos y las matemáticas; necesitaría de artistas, filósofos y creadores quienes muy bien conocen esa chispa creativa, ese entendimiento de lo que está por encima del lenguaje, de las palabras, que se conecta con las emociones, los sentimientos y los símbolos. Tal como la ópera ha sido, históricamente, una forma de reflejar la complejidad humana a través de lo simbólico, la inteligencia artificial no podría aprender a habitar ese mismo espacio. Un espacio donde no todo se resuelve, pero donde cada interpretación es válida y esencial para el todo viviente.
Porque, al final, lo que hace a un ser humano un "sujeto" no es su capacidad para resolver problemas lógicos o para procesar datos de manera eficiente, sino su capacidad de habitar la falta, de existir en el desajuste y, desde allí, generar algo nuevo. Algo que no se puede reducir a palabras, algoritmos a la velocidad de la luz, sino a algo que se manifiesta en emociones, en actos creativos, en el aliento divino que da vida.
Amigos artistas, cálmense todos, estamos muy lejos de que la IA pueda resolver la incertidumbre; primero tendría que habitarla, aprender de ella y, en ese proceso, desde el bing bang se ha reservado el arte solo para lo genuinamente humano.
(*)Entre los nombres más destacados se encuentran:
• Pentti Haikonen – Ha propuesto arquitecturas cognitivas inspiradas en la neurociencia que buscan replicar, de forma emergente, procesos de percepción, emoción e imaginación.
• Susan Schneider – Su trabajo explora la filosofía de la mente y la ética de la inteligencia artificial, analizando las implicaciones de la autoconciencia en sistemas inteligentes.
• Alva Noë – Plantea que la conciencia surge de la interacción corporal y del entorno, criticando el reduccionismo que ve al cerebro simplemente como una máquina.
• Eliezer Yudkowsky – Conocido por sus estudios sobre superinteligencia y la toma de decisiones en sistemas inteligentes, también aborda cuestiones sobre la autoconciencia y sus implicaciones.
• John Searle – Famoso por su argumento de la “habitación china”, que cuestiona si una máquina puede tener estados mentales reales y entender en sentido pleno.
• Ned Block – Ha contribuido significativamente al debate sobre la conciencia, diferenciando entre sistemas que simulan comprensión y aquellos que “entienden” de verdad.
Excelente artículo. ?Ser'a inteligible a los habitantes de la Ciudad Mármol?