top of page
Foto del escritorJacqueline Solórzano

La tragedia silenciosa de los teatros y otros espacios escénicos en Miami



Venues with history in Miami

Por Jacqueline Solórzano

 

Miami, una ciudad vibrante y contradictoria, donde cabría esperar que la diversidad floreciera en cada rincón, enfrenta una paradoja inquietante para las organizaciones sin fines de lucro que trabajan en el ámbito de las artes escénicas clásicas, como la ópera, la zarzuela y el ballet. Aunque algunos de sus habitantes somos testigos de la necesidad de experiencias culturales de calidad en nuestra ciudad, sabemos que las pequeñas y medianas organizaciones artísticas, particularmente aquellas dedicadas a la ópera, el ballet y la música clásica, enfrentan obstáculos casi insuperables para sostener su misión de acercar estas disciplinas a la comunidad. El desafío no está en la pasión de los artistas ni en el talento de los creadores, sino en un sistema opaco que asfixia estas organizaciones y artes escénicas desde su base, aquí mismo en el Condado de Miami-Dade: los teatros y sus peculiaridades.

Durante más de 12 años, en The Opera Atelier, nos hemos dedicado con pasión a promover el arte de la ópera y la educación musical en Miami. Lo hemos logrado a través de nuestras temporadas, programas educativos y acciones sociales, contando con el respaldo de importantes instituciones culturales como el Miami-Dade Department of Cultural Affairs, The Children Trust, el Florida Department of State Division of Arts and Culture, entre otras entidades igualmente destacadas. A pesar de este reconocimiento, es una realidad que gran parte de los recursos obtenidos con tanto esfuerzo para nuestros proyectos artísticos se destinan al pago de alquileres de teatros o salas para los performances que, hasta los momentos, en lugar de ser aliados del arte, se han convertido en obstáculos operativos y financieros. A esta realidad se suman los elevados costos asociados a la promoción y difusión, especialmente a través de redes sociales y las numerosas empresas de marketing que proliferan en el sector. Estas prometen atraer nuevas audiencias a los espectáculos, pero su impacto real suele ser mínimo. En lugar de generar un público significativo, estas iniciativas y pomposos directorios de arte y cultura muchas veces se limitan a enviar unos cuantos correos electrónicos (usualmente muy fastidiosos) por altísimos fees, “postear” avisos instantáneos, contar impresiones, visitas, "likes" y métricas similares, sin olvidar, por supuesto, cubrir sus bolsillos, todo dentro del vertiginoso afán publicitario del llamado “ecosistema de las artes” en tiempos modernos.

Los espacios disponibles para las artes escénicas en Miami y sus alrededores no solo resultan excesivamente costosos, sino que además presentan numerosas deficiencias. Desde equipos de iluminación insuficientes, la ausencia de sistemas de tramoyas, fosos para orquestas, hasta problemas de acústica, condiciones de limpieza inadecuadas, apoyo técnico precario, carencia de sistemas de taquilla y medidas de seguridad, entre otros innombrables. A todo esto, se suma con frecuencia un personal carente del profesionalismo y especialidad requerida. En resumen, los servicios básicos indispensables de un teatro para garantizar la producción adecuada de espectáculos son, en el mejor de los casos, mediocres o inexistentes. Las carencias afectan tanto a los artistas como al público, comprometiendo la experiencia escénica de manera constante. Lo sucedido recientemente durante una de nuestras recientes producciones es un ejemplo especialmente doloroso. A pesar de haber alquilado y pagado el teatro, en esta sala en particular, para el día de nuestro performance, se dejaron instaladas unas decoraciones navideñas que abarcaban y bordeaban todo el escenario, y que para nuestro asombro permanecieron allí durante la función, desvirtuando y alterando la escenografía de la obra. Este hecho no solo ilustra una profunda falta de respeto por la naturaleza de las artes escénicas, sino que constituye un agravio a la integridad artística. En ocasiones anteriores, al utilizar este mismo teatro, habíamos pasado por alto el hecho de que su logo organizacional aparece permanentemente colocado en ambos lados del fondo del escenario, sin importar el evento que se presente, lo que pienso representa no sólo una invasión estética para las organizaciones o grupos de artistas que alquilan dicho teatro para sus programas, sino que también podría generar confusión en el público respecto a la autoría de las producciones, en tanto los videos y fotos que luego se usan como archivo histórico o promoción mantendrían un elemento de identificación al teatro, sin sentido. Hemos cedido ante esta obvia imposición de marca debido a la gran dificultad de encontrar teatros o salas en Miami, donde cada espacio disponible suele carecer de algún elemento esencial- ya estamos acostumbrados. Hemos acumulado muchas experiencias similares a lo largo de estos 12 años, presentando nuestras producciones de ópera en más de 30 teatros o salas ubicados en los condados de Miami-Dade y Broward. Encontrar un espacio que sea financieramente accesible y adecuado para nuestras producciones es casi un Via Crucis. En una ocasión, incluso logramos ganar un “waiver” para el pago del alquiler de un teatro icónico de una ciudad del Condado de Miami Dade; sin embargo, el presupuesto presentado por las autoridades del teatro para cubrir costos adicionales fue exorbitante. Este incluía el uso de bombillas obsoletas, un proyector moribundo, ciclorama prácticamente inutilizable, la ausencia de un foso orquestal, un escenario reducido con insólitos añadidos, y la falta de sistemas de taquilla e imposibilidad de promoción en la marquesina, incluido un personal técnico escaso y con falta de experiencia técnica en la gestión teatral para producciones de ópera. Todo esto se tradujo en una cifra cercana a los $10,000 por encima del alquiler cubierto por el waiver, monto requerido para poder realizar una única función de nuestra producción de Don Pasquale 2.0 en este célebre pero vetusto teatro. Por su puesto, allí decidimos no llevar nuestra producción. Ya no queríamos, pero tampoco tenía sentido. Insisto, sin artistas no hay arte, sin teatros, los artistas sabemos sobrevivir, y por eso siempre le damos las gracias a Santa Cecilia, donde se nos acoge en nuestro amor por la ópera, y nos divertimos con una orquesta de 88 teclas y grandes cantantes que nos acompañan en nuestras producciones al lado del teatro, y que siempre están Full House porque acogen a un minúsculo público, pero muy cálido. Sin embargo, lo recientemente ocurrido con las decoraciones navideñas impuestas, supera cualquier límite imaginable. No me mal interpreten, yo aprecio y disfruto profundamente el tiempo de Navidad, pero creo que su lugar estaría mejor en las calles, en los parques, en los desfiles, en centros comerciales y hasta en el arbolito de mi casa, no en el sagrado espacio de un escenario, y menos aún cuando en ese escenario fue alquilado con el propósito de ofrecer una producción artística a una audiencia que nos ubica en cada rincón donde aparecemos. Permitir decoraciones navideñas en un escenario donde los artistas están mostrado una nueva producción de ópera y sin que dichas guirnaldas y luces navideñas pertenezcan a la misma, es tan absurdo como alquilar una casa amueblada con cuadros feos permanentemente adheridos a las paredes, dejando al inquilino sin posibilidad de expresar su identidad. Pensamos que hay un uso indebido del espacio escénico en ese lugar, ya que el escenario debería ser un lienzo neutro al servicio de la producción artística de quien renta el teatro, y no un soporte publicitario permanente para la organización que posee o administra el teatro.

En el pasado, los teatros se construyeron como templos del arte, diseñados no solo para albergar espectáculos, sino para ser centros culturales donde las comunidades se reunían y celebraban la creatividad humana. Estos espacios eran un reflejo del compromiso social con la cultura y el conocimiento, financiados y apoyados por mecenas, gobiernos y comunidades que comprendían el valor intrínseco del arte. En contraste con esa noble tradición, los teatros o salas para las artes escénicas en nuestra ciudad parecen estar regidos por un enfoque predominantemente comercial, que antepone las ganancias y la rentabilidad a la colaboración artística. El resultado es un sistema que frecuentemente priva a los artistas de las herramientas teatrales necesarias para destacar y brillar, lo que no solo limita las oportunidades de los propios artistas, sino que también reduce el acceso del público al arte de la ópera, el ballet y la música clásica, por lo que, concebido de esta manera, los tickets cada vez estarían haciéndose más y más onerosos. Actualmente, ya no es raro encontrar tickets individuales de cientos de dólares para ir a la ópera, ballet, o a un concierto de una prestigiosa serie de música clásica, lo mismo que pagaría una familia promedio anualmente para tener internet en su casa.

En este panorama desalentador, la parte más vulnerable y menos favorecida económicamente suele ser la de los propios artistas y las pequeñas organizaciones sin fines de lucro del campo de las artes escénicas. Estas organizaciones no solo tienen la misión de llevar a cabo sus actividades para enriquecer el acervo artístico y cultural de la ciudad, sino que, de manera indirecta, ven reducidos de forma considerable cada vez más los recursos financieros que reciben como subvenciones de instituciones públicas y privadas. Por ejemplo, en una conocida ciudad de Miami-Dade hemos tenido la experiencia de recibir una subvención de $6000 dólares para realizar varios eventos de alto calibre artístico en la misma ciudad. Sin embargo, el alquiler de un espacio sin las condiciones requeridas en dicha ciudad para solo una función podría consumir casi el 40% de esa subvención, sin contar el costo adicional de los ensayos que se realicen en el mismo lugar, lo que demuestra cómo los costos asociados únicamente a la renta de los teatros o salas limitan gravemente la viabilidad de los proyectos con artistas locales.

Los elevados costos de alquiler de los espacios para las funciones y para los ensayos, que en muchas ocasiones no pueden realizarse en el mismo escenario de la función debido al gasto, obligan muchas veces a sacrificar los ensayos generales o a realizarlos el mismo día del evento, lo que pone a los artistas en una situación de agotamiento al tener que ensayar y actuar en el mismo día. Además, los presupuestos para promoción, que consumen gran parte de los recursos, afectan gravemente los proyectos artísticos. Como resultado, las organizaciones no pueden priorizar los pagos a quienes son el alma misma del arte: los artistas, en tanto el teatro no se puede utilizar sino esta 100% pagada la renta, y por supuesto, el seguro de uso correspondiente. Muchas veces nos hemos visto obligados a realizar trabajos artísticos y técnicos relacionados con las producciones sin la compensación económica que merecemos, haciendo de ello un trabajo perpetuo "en especie", o como he señalado en ocasiones previas: "solo por amor al arte". Esta realidad es irónica y profundamente lamentable. Hay que recordar que, sin los artistas, no hay arte; y sin un apoyo genuino ni una infraestructura teatral adecuada, el arte escénico queda en una situación de extrema vulnerabilidad, y con él, los propios artistas. Ya un escenario sin artistas pierde el sentido, y se deja el espacio para que sea rentado para colocar un ring de boxeo, o para charlas y conferencias aburridas, cementerio de props y telones sucios, vivienda de cucarachas ancestrales, o en el mejor de los casos, una improvisada sala de cine, entre otros usos innombrables.

Este panorama, que enfrentamos a diario las organizaciones de un perfil similar al nuestro, circunscribe la posibilidad de presentar óperas o ballets con todos sus elementos escénicos y artísticos a las grandes compañías.  Estas, al contar con presupuestos sustanciales, pueden acceder a los teatros state-of-the-art, los únicos que reúnen las condiciones técnicas e infraestructura necesarias para este exigente arte. Como resultado, estos géneros se vuelven cada vez menos inclusivos, quedando reservados únicamente para una audiencia económicamente privilegiada y muchas veces para artistas de renombre mundial que no viven nuestra ciudad y sus circunstancias, como sí le sucede a los artistas locales.

La situación se ha visto agravada, especialmente este año, por recientes decisiones, como han sido los alarmantes retrasos en subvenciones culturales, y el veto al presupuesto de las artes en el estado de Florida, y su reducción en Miami-Dade. Estas decisiones políticas y administrativas minan aún más la capacidad de las organizaciones de arte para cumplir su misión, al menos de aquellas que están por fuera del status quo, por fuera del mundo del entretenimiento y de lo que se entienda como arte de tendencia en el momento, que no es precisamente el atelier de la ópera. En contraste, las grandes compañías, usualmente residentes en excelente y modernos teatros, disponen de magnificas condiciones, pudiendo contar con recursos financieros y facilidades que parecen inalcanzables para otras organizaciones artísticas emergentes o con menor tiempo de trabajo artístico en la ciudad. Por otra parte, usualmente los tickets para estos grandes espectáculos tienen precios que en su mayoría son impagables para la comunidad de ingresos bajos o promedio, lo que limita el acceso al público general, dejando dichos grandes espectáculos para un sector de élite dentro de la ciudad. En The Opera Atelier, hemos apostado, por lo contrario: a entradas asequibles, incluso gratuitas, para hacer frente a la mundialmente conocida crisis de audiencia en la ópera y música clásica. Nuestro compromiso con producciones innovadoras, reinterpretaciones frescas y un enfoque en la pureza de la música han sido elogiados por críticos y entendidos. Sin embargo, incluso con estas virtudes, enfrentamos un sistema que parece castigar a quienes buscamos en cierta medida equilibrar desigualdades.

Esta situación no solo impacta a nuestra organización, sino también a otras organizaciones hermanas, colegas de nuestro campo, que están conscientes de dicha situación de peso y desigualdad, sino que pone en riesgo el futuro de las iniciativas alternativas de ópera, el bel canto, la zarzuela, y en general, la música clásica en Miami. Si administradores y gerentes de teatros o salas son más receptivos a la colaboración artística, y si las políticas públicas apoyan más el valor profundo del arte en nuestra comunidad, el panorama para organizaciones como la nuestra y para la ópera como medio de expresión de nuestros artistas locales podría empeorar. Sin embargo, no olvidemos que el arte es resiliente, la resiliencia es una condición innata de los auténticos artistas. Los artistas han demostrado una y otra vez que, incluso en las condiciones más adversas, su talento puede prevalecer. Aun así, el futuro de las organizaciones emergentes que innovan y transforman su pasión por las artes escénicas en propuestas audaces, a pesar de sus limitados recursos financieros, complementa el valioso trabajo de las grandes y consolidadas casas de ópera (a quienes reconocemos y también sabemos que ya conforman un status quo, una oficialidad merecida), están definitivamente en peligro. Probablemente el riesgo radica en la creciente comercialización del arte en general y el giro evidente hacia el mundo del entretenimiento, y más aún aquí en Miami, una tendencia que amenaza con diluir la esencia misma de la ópera y su conexión con la comunidad.

Hoy, en The Opera Atelier, levantamos la voz no solo por nosotros, sino por todos aquellos que creen en el poder transformador de la ópera y de la música clásica. Los artistas han demostrado, una y otra vez, que su talento puede prevalecer incluso en las condiciones más adversas. Insisto el arte es resiliente. Este artículo es un llamado a los directores y dueños de teatros o salas de la ciudad para que se conviertan en aliados del arte, y a las autoridades para que rectifiquen el rumbo lo más pronto. Porque sin un verdadero acceso al arte, una comunidad pierde su alma; y sin artistas, la esencia misma de la humanidad se desvanece. La necesidad del arte para fortalecer el espíritu humano supera la simple demanda y oferta de entretenimiento y recreación, que solo busca aliviar el tedio vital por unos minutos con un fondo de música cacofónica que borra mentes.

Por fortuna, y como nota final en cuanto al estado del arte de los teatros o salas, ¡siempre hay un milagro que sucede para nosotros!

0 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios

Obtuvo 0 de 5 estrellas.
Aún no hay calificaciones

Agrega una calificación
bottom of page