Me gustaría agregar a las letras que no están en el alfabeto, aquellas que corresponden a las mujeres silenciadas, cuyos talentos habitaron el anonimato, y para ello me viene a la mente un caso que podría erigirse en la representación de muchas de ellas, de esas “mujeres compositoras” desconocidas.
Me refiero a Maria Anna Mozart (1751), hermana mayor de Amadeus, niña prodigio como su famoso hermano, y quienes fueron admirados y aplaudidos por su talento musical en las más preponderantes cortes europeas del siglo XVII. Sin embargo, María Anna pasó de ser una genio adolescente a una promesa abandonada, debido que al cumplir sus dieciocho años se convirtió en una joven casadera, y que por lo tanto debía ya pronto asumir su “deber como mujer” dedicándose así a constituir una familia y dejar sus estudios y carrera musical a los designios del injusto destino de las compositoras de su época: el anonimato y ocultamiento.
Maria Anna pasó de ser una joven prodigio a convertirse en la rica esposa de un magistrado. En palabras de Sylvia Milo, dramaturga polaca-americana: “Aunque había mujeres compositoras, eran los hombres los grandes beneficiados, pudiendo mostrar su trabajo ante la nobleza. Las mujeres no podían competir. Si ellas hacían dinero con su música, se las consideraba prostitutas. Y eso no era lo que quería la familia de Nannerl Mozart…”.
Quisiera agregar también algunas pinceladas sobre Hildergar Von Bingen (1098-1179). Una “mujer compositora” de otro contexto histórico, más lejano, el corazón de la tardía edad media. Hildergar Von Bingen, de quien se sabe fue una polifacética abadesa, física, filósofa, naturista, compositora, poetisa y lingüista del medioevo. Yo diría que es la equivalencia femenina con el genio de Da Vinci. Hildergar nació en el seno de una familia noble alemana, y fue entregada a la iglesia como “Diezmo” por ser la menor de diez hermanos.
La mayoría de sus obras se presentan en forma de visiones. A sus cuarenta y dos años experimentó una visión que recibió como una instrucción directa de Dios en la que le instaba a “escribir todo cuanto viera y oyera”.
Esta singular y talentosa mujer es autora de unos de los repertorios de música medieval más extenso. Una de sus obras, Ordo Virtutum, dedicado a la virtud, es uno de los primeros ejemplos de dramas litúrgicos de la humanidad. Así como también la muy completa y magnifica composición de la Sinfonía de la Armonía de las Revelaciones Celestiales.
No quisiera terminar el artículo sin mencionar a Amy Beach, para ubicarnos también en la misma larga lista historica del inmerecido borramiento del talento y arte de las mujeres dedicadas a la composición musical. Es así como incluso en pleno siglo XX, la mujer en la música, se presentó con el mismo destino del anonimato y ocultamiento del talento, sin embargo tal vez para Amy, se nota un poco más de suerte que sus antecedoras. Amy Beach se reconoció como la primera mujer americana con un amplio trabajo de composición musical. Escuchemos un fragmento de esta genial compositora, en la bella interpretación que Daniel Daroca nos regaló en una noche espléndida del pasado mes de marzo en la Sala Santa Cecilia. Los invito a disfrutar de la música de esta genial compositora.
Xiomara Ponce
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